martes, 20 de marzo de 2018

LIBÉLULAS




Aún es marzo, un mes donde se reivindica con énfasis especial la igualdad entre mujeres y hombres. Por ese motivo queremos compartir con vosotros, antes de irnos de vacaciones, un texto que nos ha llegado a nuestras manos por parte de una alumna
y que se suma nuestra reivindicación, la de todos.
Sólo añadir unas palabras, las de la propia autora, a modo de presentación.


"Hoy, cada día más, el grito contra la opresión de las mujeres está aumentando su volumen, y cada día se escucha más fuerte. Sin embargo, cuando echamos la vista atrás en un intento de ver nuestra evolución en el camino de la igualdad nos damos cuenta de que no hemos caminado apenas. Pero el hecho de que se pueda luchar y reivindicar con libertad (independientemente de que se consiga o no se consiga por lo que se lucha) ya es un paso hacia adelante en la revolución de la emancipación femenina, un paso que no todas las mujeres han conseguido dar, al menos públicamente."



LIBÉLULAS


Hay niñas tristes que juegan al descarte, que juegan al despiste. Niñas que sueñan con pájaros y a veces también con libertad. Niñas viejas, arrugadas, que son libélulas y no lo saben, y no lo llegan a saber…Niñas que juegan al escondite y que no salen nunca por miedo a que fuera haya aún más oscuridad. Niñas que le tienen miedo al Coco, niñas que vuelan en sus velos buscando alas. Niñas que no saben dónde están, si dentro o fuera, si fuera o dentro.

Niñas con las piernas cerradas, con las piernas cosidas. Gotas de sangre que caminan de la mano de hímenes rotos y juntos van al cine, y…van al cine para…para…ver una película. Niñas que no saben que tienen clítoris porque no lo tienen que saber. Niñas que algún día tuvieron clítoris. Niñas que juegan a ser chacha de día y puta de noche. Niñas con el pelo suelto, con la mirada suelta, con la sonrisa suelta y la lengua bien atada…

Niñas de ojos marrones que lo ven todo de color verde porque saben que el verde es lo último que pueden perder. Niñas que cogen el camino corto -que no el fácil- y lo hacen para no encontrarse con el lobo, pobres niñas que no saben que no hay camino corto, que el lobo las acabará encontrando, que el escondite es sólo un juego y que no es un juego precisamente “de niñas”. Niñas que no saben nada, que no saben nada de nada, que sólo saben pensar.

Y luego están las otras, ellas, las que son verdaderamente niñas, aquellas que van contado por allí que el lobo es malo, sí, pero que también es bueno, que el Coco no existe, que es un mito. Niñas que salen del escondite sin miedo a que las pillen. Niñas que se niegan a ir con capuchas rojas por un bosque, niñas que se niegan a ir con capuchas negras por una ciudad. Aquellas que saben desatar lenguas y coser alas.

Sí, sí existen, no son una leyenda, existen de verdad, yo he visto a una con mis propios ojos, de cerca. Sólo que es muy difícil verlas porque ya han perdido la forma niña, ahora tienen forma de libélula. Y ojalá todas, todas las niñas, todas, dejemos de ser manchas rojas en pañuelos, manchas moradas, manchas azules, manchas, y consigamos, algún día, ser libélulas de ojos verdes, de lenguas desatadas y de alas cosidas, que vuelan por el cielo…

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